Por Diego Seguí
Menem generó un conjunto de leyes que crearon beneficios impositivos y fiscales que permitieron la instalación de la actividad megaminera en Argentina. Luego, Cristina Kirchner recibió a Peter Munk (ceo Barrick Gold) en la Casa Rosada para anunciar efectivamente que la onza de oro más barata del mundo se produce en Argentina.
Esto sólo es posible si en la ecuación económica se tiene muy bajos impuestos, salarios, costos de los principales insumos (combustibles, energía y agua) y, fundamentalmente, si se "externaliza" o transfiere el inmenso costo de los daños ambientales que genera la actividad.
Es decir, si las empresas luego de agotado un yacimiento de mineral le traspasan al Estado (a nosotros, a vos, a mi, a tus hijos, a los míos), el inmenso y multimillonario costo de su mantenimiento durante 100, 200 o 1000 años más. Para que se entienda, los "medianos" pasivos ambientales generados por la actividad minera del sulfato de aluminio en Calingasta debieron remediarse mediante un plan estatal. La megaescombrera generada por el emprendimiento chileno Pelambres en el Río Carnicería, afluente de Los Patos y el Río San Juan, sigue en su lugar y la empresa no se hace cargo de su remediación.
El yacimiento Veladero no será objeto de remediación en sus inmensas obras de infraestructura como el Valle de Lixiviación (de donde se derramaron ya millones de litros de cianuro), de sus escombreras, ni de su rajo u open pit. Tampoco el túnel abierto abajo de glaciares en el emprendimiento Pascua Lama será remediado por la empresa.
En ese contexto, la quita de retenciones a las exportaciones que las empresas realizan al exterior del oro y la plata que extraen de nuestra cordillera, resulta totalmente inadmisible. Piénsese que este beneficio fiscal reportará 220 millones de dólares de recaudación menos para el Estado y que a nuestra producción vitivinícola (que no tiene los mismos beneficios fiscales ni genera esos pasivos ambientales) apenas se le asignó 75 millones ¡de pesos!