El ex fiscal murió en un sanatorio porteño. Padecía una infección intestinal. Fue quien llevó adelante el juicio contra las juntas militares entre 1983 y 1985. Todos fueron condenados a prisión perpetua. Luego, el justicialista Carlos Menem los indultó y liberó.
El comprometido ex fiscal federal Julio César Strassera, que cobró reconocimiento internacional cuando llevó adelante el juicio contra las juntas militares entre 1983 y 1985, murió hoy en la ciudad de Buenos Aires, a los 81 años.
Strassera estaba internado desde el 16 de febrero en la Clínica San Camilo, del barrio de Caballito, con trastornos intestinales y un cuadro de hiperglucemia que lo había llevado a un coma. Fue el fiscal que actuó en el juicio a las juntas militares. En su alegato final, para cerrar la acusación, dijo la frase que pasó a la historia: "Señores jueces, nunca más".
Porteño, nacido en 1933, amante del tango, estaba casado con Marisa Tobar, con quien tuvo dos hijos. Graduado de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), ingresó en la Justicia en los años 60 y se desempeñó sucesivamente como prosecretario en el Juzgado Federal Nº 1; secretario del Juzgado Federal Nº 4, fiscal de Primera Instancia de la Fiscalía Federal Nº 3 y Juez Nacional en lo Criminal de Sentencia Letra Q de la Justicia Ordinaria de la Capital.
En el ámbito académico, en los años 80, fue profesor adjunto de Derecho Penal en la UBA.
Hasta allí, este funcionario había cumplido en la Justicia una función discreta. Fue en ese entonces que le tocó dictaminar sobre diversos habeas corpus y también intervino en la causa de la Masacre de San Patricio.
Con los años, el presidente Néstor Kirchner y la actual mandataria, Cristina Kirchner , le reprocharían por tibia su actuación de aquellos tiempos, pero sus colegas dicen que los límites que entonces tenían los fiscales para moverse eran muy estrechos.
Con el regreso de la democracia, en 1983, el entonces presidente Raúl Alfonsín nombró a Strassera como fiscal ante la Cámara Federal y una circunstancia hizo que él pasara a desempeñar su rol con singular importancia y fuerza: el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas se había negado a juzgar a los militares, por lo cual la Cámara Federal tomó a estudio el enjuiciamiento de esos militares.
Fue en ese escenario en el que Strassera adquirió un papel protagónico: sobre la base del informe de la Comisión Nacional de la Desaparición de Personas (Conadep), seleccionó unos 300 casos paradigmáticos y fundamentó sobre esa base una acusación muy sólida contra los nueve jefes militares, de los cuales logró que la Cámara Federal, en 1985, condenara a cinco.
Los miles de papeles de ese expediente no podían reflejar la vibrante tensión que tironeaba a la joven democracia. Por un lado, los militares todavía actuaban como un factor de poder y existía el temor de que pudieran intentar desestabilizar el sistema democrático y, por el otro, después de los Juicios de Núremberg, nunca un tribunal civil en el mundo había intentado juzgar a los oficiales que habían tomado el poder.
Por eso, ese juicio se convertiría en el símbolo de una época y Strassera cerró su alegato ante la Cámara Federal con una frase que quedaría grabada en la memoria histórica de los argentinos: "Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más". Era el reclamo de una sociedad que no quería volver al pasado.
El 9 de diciembre de 1985, gracias a las pruebas que había acumulado Strassera y a los casos que había seleccionado para imputarles, la Cámara Federal condenó a Jorge Rafael Videla y a Emilio Eduardo Massera a reclusión perpetua; a Roberto Viola a 17 años de prisión; a Armando Lambruschini a ocho años de prisión y a Orlando Ramón Agosti, a cuatro años de prisión.
Finalizado el juicio, en 1987, Alfonsín nombró a Strassera embajador argentino ante las oficinas de Naciones Unidas defensoras de los derechos humanos, con sede en Ginebra. Y el ex fiscal desempeñaría ese cargo hasta que, disgustado con Carlos Menem por haber dictado los indultos, presentó su renuncia. En aquellos años también fue profesor invitado de la Universidad Complutense de Madrid. Su personalidad era ampliamente reconocida.