"Desbordarse de emociones sobre la danza", con esas palabras define Gerardo a la maravillosa sensación de volcar el arte de bailar sobre un escenario. Nuestro querido artista sanjuanino, Gerardo Lecich, profesor y bailarín de tango, director del Ballet Estable San Juan Nuestro Tiempo, nos cuenta un poco de su vida en esta entrevista concedida a El País Diario.
- Contame de tu historia, ¿cómo nace tu amor por el tango?
- Es una cuestión familiar. En casa se escuchaba y se bailaba tango, así que lo tomé como algo muy natural. A pesar de que en los años 70 el tango había dejado de ser la vedet de los 40. Ya habían pasado los gobiernos militares y la cultura del twist lo había desplazado. Por eso en San Juan no había mucho tango, y el hecho de que a mí me gustara era raro porque era un niño. Pero por suerte, el tango ha vuelto ya hace varios años, y entonces uno se siente como en casa.
- ¿Qué estudios tuviste?
- Lo primero que hice fue recibirme de arquitecto. Después, prácticamente al final de mi carrera, me invitan a una peña. Voy, bailo, y me invitan a un ballet. Yo les dije “¡no soy bailarín! yo sé bailar porque en mi casa bailaban, pero no sé nada”. Entonces entro a la compañía de Mario Pastarán y bueno, los compañeros me empiezan a foguear, a poner condiciones, que se yo. Y dos de ellos, Juan Varela y Susy González, son los que me enseñan el folklore tradicional, y de ahí me pongo a estudiar. Porque yo sentía que no sabía nada más que un par de zapateos. Me gustó empezar a averiguar los orígenes. He tomado clases con muchísima gente… Elio Sánchez, la folkloróloga Ema Sánchez Guzmán. Además he tomado cursos y hemos tenido la suerte de ir a encuentros nacionales donde se hacen muchos de estos. Entonces me los tomé todos. Luego, cuando empezamos a bailar tango, me empecé a ir a Buenos Aires a capacitarme en esa danza. Con quien más he tomado clase es con Pedro Monteleone, que es un señor que ya falleció. Él fue quien me metió en el registro del tango, porque hasta ahora bailaba nomás pero no conocía los códigos. Lo que hacíamos gustaba, nos aplaudían, pero yo sentía que me faltaban las raíces. Con este señor, las encontré.
- Y después, ¿cómo seguiste?
- Después he tenido que tomar otras clases porque mi compañera es profesora de danzas, entonces yo sentía que estaba muy lejos de ella técnicamente. Por eso fui a trabajar con Pérez Olivera y con Verónica Tersano mucho tiempo para mejorar. Tomé técnica clásica y clases de contemporáneo justamente para tener más ductilidad. En tango hemos tomado clases hasta con Juan Carlos Pooper. Un par de veces tuvimos la suerte de aprender de él y de gente como Jorge Álvarez, que nos abrió la cabeza en otro sentido, no solamente en lo técnico, sino también en lo artístico, desde el repulso, el color, la expresión, la sensación… Entonces bueno, digamos que no he hecho una carrera, no soy profesor de danza, pero he estudiado. Hace veintitantos años que vengo estudiando.
Ballet Municipal San Juan Nuestro Tiempo |
- Yo quería bailar por hobbie nada más. En el grupo en el que entré eran todas buenas personas. Un grupo muy lindo, muy abierto. Nos empezamos a juntar a tomar mates, a piletear, y pensé que iba a terminar en eso nada más. Pero luego el grupo se disolvió desde la cabeza, hubo problemas y quedamos un poco desbandados. Nos empezamos a juntar y a armar cosas, y esas cosas empezaron a quedar bonitas. De repente me di cuenta que ya me había recibido, tenía un buen promedio, tenia aspiraciones de tener una beca en el exterior que finalmente no se logró, pero yo dije: “si voy a dedicarme a la danza, tiene que valer la pena. Por hobbie no. Entonces, le voy a dar un par de añitos para ver cómo va la cosa” y del par de añitos que planeé, pasamos a ser el Ballet Municipal de la Capital. El compromiso fue distinto, las exigencias fueron otras y esto que empezó como un hobbie o un recurso de estudiantes, pasó a ser una profesión.
- ¿Cuál consideras tu mayor logro como artista sanjuanino?
- Yo estoy muy contento con la carrera que estoy haciendo. No sólo he mantenido al Ballet Municipal durante veintitrés años, sino que además tenemos viajes, representamos al país en dos festivales internacionales, somos el único ballet de San Juan que ha viajado a Europa tres veces. Hemos ido a Italia, a Siria, a España, Francia y Bélgica. Hemos bailado en el Vaticano al lado del Papa Juan Pablo. Todo eso es un logro. También hay otro logro muy lindo que es el reconocimiento de la gente. Que te vean y digan “Ah, vos sos el bailarín”, “Ah, mira qué bien”. Eso me encanta, me hace muy bien. También hay otra cosa, que es que te abran puertas. Hay gente que no nos conoce pero te invitan, te hacen contacto y te contratan… Eso también es muy bueno. Son logros. Me hubiera gustado a lo mejor tener más continuidad, porque con la situación del país, desde San Juan, ha sido todo muy difícil. Hemos viajado mucho a Chile, a Bolivia, pero no volvimos a Europa. La última vez que estuvimos allá fue en el 2003, y el nivel del grupo ha crecido. Ahora es mucho mayor que el nivel que teníamos en el 2003. Pero bueno, ahora es difícil, por cómo esta todo.
- Al momento de enseñar, ¿qué te gustaría transmitirles a las generaciones nuevas de bailarines?
- El cariño por la danza en general. La danza puede ser muy zonzita y muy tranquila o puede ser un compromiso de vida. Y eso es lo que me gusta que la gente entienda. Digamos que el folklore y el tango son danzas populares porque el pueblo las creó para sentirse bien. Entonces cualquiera que se acerca, tarde o temprano, termina sintiéndose bien. El abrazo, el pañuelo, las miradas, la diversión… como también las partes dramáticas. Lo que más me gusta no es el paso técnico solamente (aunque también hay que saberlo, por supuesto) sino que uno pueda desbordarse de emociones sobre la danza.
- ¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta de tu oficio?
- Lo que más me gusta es el disfrute que tiene. Y lo que menos me gusta es que hay que trabajar y ensayar durante horas, para dos minutos con cuarenta que es lo que dura un tango. Nos ha pasado cuando ganamos Cosquín. Sin saber que íbamos a ganar, nos preparamos medio año. Todos los días, todas las noches, con profesores que venían a vernos. Criticas, cosas, que los zapatos, que las medias, que se rompe, que no se rompe, que se cae, que no se cae, para bailar dos minutos cuarenta y, si está mal, no tenés tiempo de arreglarlo. Es tan fugaz ¿no? Hay otros artes que son como tal vez más duraderos, por ahí son muy comprometidos y llevan mucho trabajo, como la escultura, pero dura años. El baile es muy efímero, eso es lo que menos me gusta, digamos. Aunque ahora estamos pensando en hacer unas producciones de video.
- ¿Cuáles son hoy tus metas?
- Una de mis metas es seguir capacitando gente. Por el ballet y por el taller han pasado muchas personas. En el taller enseño a bailar tango de salón, y en el ballet los preparo a los chicos para que suban al escenario. Son cosas bastante distintas, y hemos pasado los dos mil integrantes de taller y ballet. Asique estoy muy contento al respecto. Quiero seguir haciendo esto que hacemos. Vamos a hacer un festejo muy lindo cuando cumplamos veinticinco años, que va a ser en el 2016. Mirá si no tendremos ganas ¡desde cuándo lo estamos armando! Queremos que sea un festejo genial, gigante. Y, por último, me gustaría simplemente volver a algunos escenarios. Por ejemplo me gustaría volver a bailar en Roma, porque la sensación de Roma fue tan linda… Bailar ahí fue maravilloso y, como arquitecto, más todavía, porque es una ciudad tan increíble… Y los italianos nos trataron muy bien, tanto, que una de mis metas es volver a ese lugar.