Esa es la conclusión que sacaron algunos gobernadores que hablaron con él en los últimos días y con los que no tuvo problemas en admitir que no le encuentra la solución a los cada vez más apremiantes problemas económicos.
En esas charlas, vinculadas en principio a temas de gestión, el funcionario reconoció que la economía está “en caída libre”. La admisión causó estupor entre sus interlocutores, que escucharon atónitos a un Kicillof que hablaba más como analista opositor que como ministro.
Los gobernadores escucharon otra frase que los dejó estupefactos. “No hay manera de ganar una elección con la economía así”, reflexionó Kicillof, que dejó entrever que sabe que la situación está fuera de control, pero siempre analizando la situación como si nada tuviera que ver, como si estuviera en la facultad.
Quienes lo escucharon hacer estas admisiones percibieron dos cosas. La primera y más clara es que Axel está desbordado y no sabe qué hacer para enderezar al menos un poco el rumbo de la economía. La segunda es que está empezando a perder poder e influencia en el núcleo duro del Gobierno.
La primera percepción no es una novedad para quienes frecuentan el Ministerio, que la atribuyen también a la falta de experiencia en cuestiones operativas de los colaboradores de Kicillof. Por caso, fuentes del mercado comentan con asombro que se haya lanzado el cambio de la sede de pago de la deuda sin haber buscado un apoyo contundente de los acreedores.
Experimentados operadores explicaron que esa medida hubiese sido mucho más efectiva si contaba con el acompañamiento de un porcentaje concreto de los bonistas reestructurados, pero nunca se trabajó para conseguirlo. Más allá de algunos respaldos, como el del abogado de bonistas italianos, no hubo una estrategia de seducción para lograr un respaldo que sea determinante.
Otro ejemplo de la inexperiencia de los funcionarios más cercanos a Kicillof se dio en medio de las negociaciones para salvar del default a Impsa, la empresa de Enrique Pescarmona. Cuando se debatió el tema en Economía, los colaboradores del ministro sorprendieron con la mala y desactualizada información que manejaban. Quienes participaron de esos encuentros no podían creer que manejaran números tan malos.
En cuanta a la pérdida de poder e influencia, por estas horas comenzó a avivarse una interna entre Kicillof y su entorno y el ala política de La Cámpora. Cuando llegó a ministro, Axel se encargó por lo bajo de dejar en claro que no pertenece al núcleo de la agrupación, aunque por mera especulación de ambos lados esa diferenciación nunca se resaltó en público.
Lo que sucedió luego es que Kicillof empezó a ganar una enorme influencia sobre Cristina, que dejó todo en sus manos, aún cuando los indicadores no lo acompañaron jamás. El monopolio de la conducción en manos de Axel fue leído hacia afuera como un triunfo camporista, aunque puertas adentro crecieron los resquemores.
Ahora, con el barco económico fuera de control, esa desconfianza de algunos líderes de La Cámpora empezó a exteriorizarse y ya no ocultan algunas críticas. Una muestra de ello fue el ninguneo que sufrió Kicillof en el acto de Argentinos Juniors, donde se lo había mencionado como orador pero ni siquiera fue invitado al palco.
El descontrol es tan grande que hasta empezó a sonar cada vez con más fuerza el regreso de Guillermo Moreno para tratar de ordenar algunos de los frentes que Kicillof no puede controlar.
La suma de todas estas situaciones es la que está generando cada vez mayor alarma en los gobernadores, que además ven que Cristina no logra solucionar ninguno de los problemas económicos cotidianos. En definitiva, ellos también piensan en lo que viene y, como bien dice Kicillof, “no hay manera de ganar una elección con la economía así”.