Por Lucas Carrasco
El Relato del periodismo que se hace llamar deportivo (gente de bajos recursos intelectuales que termina narrando cómo 22 millonarios corren tras una pelota) suele llenar de datos inútiles las páginas, de manera que resulta dificultoso encontrar lo que uno buscaba: a qué hora juegan.
Como la ciencia en sus inicios -Augusto Comte llegó a fundar la Religión Positivista, una especie de pasión a lo Marcelo Araujo- este relato trata de legitimarse en las ciencias que eran duras hace tres siglos: la biología y la física.
Agravado en el caso del fútbol y agravado por el monumental curro de Cristina Fernández, que creó una empresa donde puso testaferros, que se llama La Corte y hacía los programas donde la vieja se hacía adular por Jorge Rial. A esta empresa de Cristina, Cristina le hace pagar la transmisión del fútbol, cuya dirección cultural está a cargo del hijo ni-ni, que tiene la secundaria incompleta. Es decir, un orangután como Brancatelli se explica de esta manera sencilla.
El dispendio del erario público en medio de esta situación social africana, se agrava aún más cuando es el estado el que decide embrutecer la población, especialmente la de menor edad y de menores recursos económicos culturales, que son la población, junto con el gobierno, que más horas pasa al día mirando televisión.
La tilinguería, los reportajes sin sentido, la falta de uso comprensible del castellano y el subsidio a cuanta multinacional quiera rapiñar al Estado Bobo; terminan de definir este cuadro decadentista que a menudo es objeto de autohomenajes de la tilinguería de Puerto Madero.
La difusión masiva de la estupidez, la anulación de cualquier razonamiento complejo y la necesariedad de modelos de vida mersas son la consecuencia festejada de un industria de la estupidez.
Estadísticas sin relación epistemológica ni concordancia con la premisa lógica, alergia a la sintaxis, pobreza de vocabulario, exageración sentimentalista y exaltación de un cancherismo barrial entre millonarios improductivos; se adulan entre sí desde los inicios en escuelitas privadas que forman, bajo la atenta coima del Ministerio de Educación, "periodistas deportivos". Es decir, hijos inservibles de la clase media alta. Que terminarán rodeados de las prostitutas que luego alimentan la grilla de la que se ufana La Jefa (de las FFAA) y demás mini telenovelas de esta subsahariana de la Argentina.
Ni siquiera vale la pena desmontar estos mecanismos burdos de disciplinamiento social. Porque en el fondo y contra la aristocracia social cree, la gente de a pie no toma muy en serio todo esto. Da por el circo lo que circo vale.