La Unión Industrial Argentina dejó por escrito la crítica que ellos hacen a las políticas económicas impulsadas por Cristina La Muchacha Progre y su brazo ejecutor, Axel La Joven Guardia Kicillof.
Se trata de un documento secreto que le entregó Héctor Méndez, donde se hace una severa descripción del daño que provoca en la actividad productiva la política que lleva adelante la Casa Rosada. El texto fue elaborado por el Centro de Estudios Económicos que coordina Ignacio de Mendiguren, ex funcionario del Cabezón Duhalde. Las diez carillas confirman que la estrategia oficial favorece las ganancias de los banqueros y provoca recesión y caída del empleo en la Argentina productiva.
Por primera vez los industriales denuncian por escrito el deterioro económico desde la reelección de Cristina Kirchner. Dice en un párrafo: “Desde el 2011, la actividad industrial viene mostrando un marcado estancamiento”. Señala que la política económica impone “restricciones para generar empleo” y se cuestiona al equipo económico por el aumento ortodoxo del costo financiero. Afrima que la situación se agrava por “el fuerte incremento de la tasa de interés, que aumentó el costo de acceso al crédito y al capital de trabajo.” Se denuncia que el Banco Nación, con conducción camporista, cobra ya hasta el 57% un descubierto de cuenta corriente.
El documento se denomina “Situación actual de la industria”. La UIA utiliza eufemismos para eludir profundizar las críticas políticas. Pero el “paper”, ahora en poder del ministro, fue una respuesta durísima de la UIA a la tediosa exposición de dos horas con las que Axel Kicillof sometió a los hombres de negocios.
Kicillof prohibió en el encuentro que Méndez y su equipo expusieran el texto del documento de la UIA. Así abrió el almuerzo: “ Pueden comer, que ahora voy a hablar yo". Expuso durante dos horas sobre la evolución positiva que para el Gobierno tiene la economía y buena parte del tiempo la ocupó en hacer revisionismo histórico.
“Estamos bien”, afirmó Kicillof abstrayéndose de la realidad cotidiana. Hubo asombro en los hombres de negocios que lo obligaron a corregirse: “Hay algunos inconvenientes, pero vamos a salir.” Después volvió al pasado y acusó a la UIA de aliarse con sectores que pretenden políticas como las de Martínez de Hoz. Recordó el aviso “de la silla” donde la dictadura fustigaba la calidad de la industria nacional.
De Mendiguren lo cuestionó a la salida. En la UIA, horas después les dijo a sus colegas: “Kicillof leyó lo que pasó, pero nosotros lo vivimos, le pusimos el cuerpo y resistimos ese ajuste”. Se refería a la resistencia que muchos sectores fabriles del interior hicieron contra las políticas de la dictadura.
El interventor de la UIA se vio obligado a denunciar frente a Videla y Martínez de Hoz la destrucción fabril que provocaba el plan de la dictadura. Esto ocurrió el Día de la Industria de 1980. Dirigentes como Pedro Benejam, Miguel Aidar, José Censabella, Samuel Kait, Arnaldo Etchart y José Coll fueron los que promovieron que Eduardo Oxenford hiciera el reclamo frente a la cúpula militar. Kicillof –en verdad– retrotrajo su discurso 30 años, para cuestionar la actual participación de la UIA en el duro documento del Foro de Convergencia Empresaria. Así lo dijo: “Ustedes son miopes. ¿Qué hacen al lado de la Sociedad Rural? ” El intento rupturista no tuvo plafond y chocó contra una pared. Sólo tuvo un aliado: Juan Lascurain, el titular de ADIMRA, cada vez más funcional a los intereses del Gobierno.
En la UIA también ven que el relato oficial sobre la industrialización tiene serias falencias: en la última década bajó la participación fabril en el PBI. Así, Kicillof fracasó en quebrar la unidad empresaria. Antes tuvieron igual fortuna Julio De Vido y Guillermo Moreno. Pero ahora Kicillof posee un interés propio, porque conoce que su gestión no tiene plafond. Por eso buscó apoyo político en la UIA. Lo hace porque desde que asumió como ministro acumula fracasos: se recalentó la inflación, cayeron los salarios, el Indec sigue generando desconfianza y la economía entró en declive.