Por Pablo Zama
Un cartonero de Chimbas cuenta que en donde mejor le pagan le dan 1 peso por kilo. Quienes viven en esos márgenes sociales, por más esfuerzos que hagan, nunca podrán llegar a igualar un salario mínimo. Son indigentes y la economía los devora. Hoy, para comprar una caja de leche en polvo necesitan juntar 135 cajas de supermercado, 45 kilos de cartón.
Dice que se llama Roberto, la cabeza erguida como capitán de un barco que no se resigna a hundirse, la mirada triste y casi sin restos de ilusión, unos 50 años. A la ilusión se la asaltó el mismo sistema que lo excluye pero que lo necesita así, pobre y desamparado: él es parte de su retroalimentación. Es domingo, son las dos y media de la tarde, hora de almuerzo y Roberto, las manos desnudas, junta cartones sucios al lado de un galpón del supermercado Átomo de Chimbas, a escasos 200 metros de la plaza departamental. No tiene música ni aire acondicionado en su bicicleta de hierros gastados, de pedales despintados, de ruedas que piden auxilio. El carro viejo atado detrás del rodado es el almacén de desechos que transformará en comida.
Dice que prefiere ir a Macrometal -de Benavídez y Maradona-, que no va a ir a las recuperadoras de Villa El Salvador y de Salta y 25 de Mayo. Cuenta que la primera le paga 1 peso por el kilo de cartón, las otras sólo 65 centavos.
Una caja de cartón común de los supermercados pesa poco más de 300 gramos. Roberto necesita tres cajas para llegar al kilo. Mira los cartones y sentencia: “Acá he juntado unos 20 kilos”. 20 pesos para irse a almorzar con su familia. Con los precios de hoy, Roberto requiere de un kilo de cartón para comprar un huevo, que en el 2012 le costaba 50 centavos. Si Roberto aspira a comprar una caja de leche para los niños de la casa debe juntar 135 cajas de súper ($45).
Un breve llamado a Macrometal sirvió para corroborar lo que Roberto dice, y en esa recuperadora también aclararon que a principios del 2012 pagaban entre 45 y 50 centavos por el kilo de cartón, la mitad de lo que entregan en la actualidad. En esa época el precio de la leche era de unos 20 pesos: a Roberto le costaba 40 kilos de cartón (120 cajas), el aumento en el índice de inflación para él es una diferencia de 15 cajas de súper. Roberto hoy piensa en juntar 36 cajas para adquirir un kilo de pan, y si la ambición lo atrapa con sus garras: 90 cajas por un kilo de carne molida común para tener un almuerzo más o menos digno.
Me retiro y lo miro desde lejos, tan lejos que casi no lo veo, como tampoco lo ve la economía a él, un punto en una constelación de golpes bajos a los de abajo. ¿Roberto será hincha de San Martín?, ¿sabrá que hay jugadores de la Mendoza y Lautaro que cobran más de 150 mil pesos por mes?: un sueldo de más de 450.000 cajas de cartón. Y un juez sanjuanino cobra en promedio 180.000 cajas mensuales.
En esta siesta calurosa, el sol de verano le da latigazos en la espalda. Roberto es parecido a Alejandro Casatte, un cartonero de San Luis con el que vi el partido en el que Argentina perdió 4 a 0 con Alemania y quedó eliminado del Mundial de Sudáfrica 2010. En una casita muy precaria de Corrientes y Juan de Garay en el Barrio Rawson de la provincia puntana, Alejandro contaba que se turnaban con su mujer para “cartonear” sin descuidar a sus hijos. Alejandro y su familia vivían en esa época con sólo 15 pesos diarios. Casatte insultaba a Lio Messi frente a la pantalla de un viejo y diminuto televisor porque decía que el rosarino era frío. Justo en el 2010 la revista Noticias desnudaba que La Pulga facturaba, entre el Barcelona y las campañas de publicidad de las que participaba, más que las empresas con mil empleados a cargo (un patrimonio neto valuado en 250 millones de euros en aquélla época, casi incalculable si lo traducimos a cartón).
En el 2014, con un salario mínimo fijado en 3.600 pesos mensuales, si el cartonero chimbero se ilusiona con alcanzar la dignidad debe juntar 120 kilos de cartón (360 cajas) por día -la suma de 10.800 cajas al mes-, sin descansar ni los fines de semana. Pero esa ilusión se destroza cuando en la recuperadora de Benavídez y Maradona aseguran que lo máximo que lleva un cartonero al día, en un muy buen día, son 80 kilos de cajas despedazadas, que también escasean en todos lados. Quizás Roberto prefiera resignarse a su realidad de cartón apoyándose en la frase de la canción de Attaque 77: "Al delito yo lo esquivo inventando trabajo en donde no hay y encima de rebote soy la alternativa ecológica, reciclando lo que todos tiran, los desechos de la sociedad".