Por Tatiana Tzarhiug
Había pensado en redactar unas cuantas líneas sobre el Encuentro Nacional de mujeres en mi provincia (San Juan). Creo que estuve esquivando la tinta, tampoco pretendo estar iluminada por los malos poetas, ni por las mujeres víctimas del ayer y el mañana, hoy escribo yo.
Supe en oscuros tardíos lo simple que es hacer ruido, y lo complicado que es convocar para movilizar. Allá iban ellas, con sus banderas a una suerte de guerra. Sobre el final parecían estar ellos, los sordos. Sucedía con ansias el último día, todas esperaban el Déjà vu final, todos pedían por un final. No espere ver para decir, tampoco recé por pedir, solo fue vivir, solo fue eso. Me encuentro en la templanza de la crítica, y la orgánica política, el escuadrón principal y los que no quieren ir al último, están los que pretendían figurar, ahí los tienen en la foto principal, y nosotras íbamos detrás, verdaderamente libres. Fue entonces cuando el cielo cortó en dos el aire, y vaya a saber para quién jugó Dios.
Me resultó a impotencia escuchar a las primeras órdenes, las feministas se volvían machistas, lo blanco por única vez era negro, y el día tornaba a gris. Es ahí cuando me dije: qué carajo es el humano-un plato de carne sobre la mesa-a nadie importó mi soledad entre las mareas de retiro. Ellas se fueron, yo sigo. Sigo porque soy de aquí, ni devota, pero un poco menos infeliz. Sigo porque la provincia continúa intacta, el gobierno es tranza, y las paredes se limpiaran en breve. Esto debería declararse patrimonio cultural, los grafitis huelen a ciudad independiente, inteligente pero el zonda duerme; poco antes del encuentro la publicidad estaba viciada en encierro, en el mismo predio nos repartimos, transpiramos en el mismo suelo. Incluso el vaticano envió su rezó, insisto la publicidad es brutal, cada rincón de la ciudad con un afiche, ellos también preparaban la cena, todos pedían la ultima cena.
Los medios locales en las últimas semanas solo reproducían la misma publicidad próvida, como si ese fuese el único eje a tratar en el encuentro, en particular la megaminería contaminante es asesinato, pero de eso ya estamos anestesiados en materia de comunicación. En lo personal repudió lo que no va conmigo, y usted no vino solo bebió vino. Mientras otras tantas mujeres preparaban su discurso. Quiero decir, en cantidad un grupo llegó para joder y jodió, pero será el folclore que nos encendió. Yo no tengo porqué bancarme el aparato de esta iglesia ortodoxa en las paredes de mi ciudad, en el interior de un colectivo, en los medios de comunicación local, en las instituciones privadas y mucho menos en las públicas. Tampoco el vandalismo intrínseco de quién perjudica mi lectura.
Debo entender que son años de lucha que vienen a revindicar el pasado, pero ése domingo volvieron los dinosaurios, fui víctima del juego político, del verdadero olor a poder, visceralmente lo sabía, no lo esperábamos ver. Literalmente fue un juego de ajedrez. Por suerte mi discurso no está sesgado, pero la diferencia entre los años de cruzada y está hora que toca fue una cámara filmadora.
A continuación adjunto letra de canción perteneciente a quién fuera la banda mítica nacional Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota titulado:
Nuestro amor juega al esclavo
Mucha tropa riendo en las calles
con sus muecas rotas cromadas
y por las carreteras valladas
escuchas caer tus lágrimas
Nuestro amo juega al esclavo
de esta tierra que es una herida
que se abre todos los días
a pura muerte,
a todo gramo.
-Violencia es mentir-
Formidables guerreros en jeeps
los titanes del orden viril
¿Qué botines esperan ganar?
si nunca un perro mira al cielo.
Si hace falta hundir la nariz
en el plato
lo vamos a hacer,
por los tipos que huelen a tigre
tan soberbios y despiadados
-Violencia es mentir-.