El vehículo donde iba Sergio Mantequita Massa, fue atacado con piedras y huevos durante una recorrida en el distrito. El candidato recibió un hondazo en el pecho y tres personas resultaron heridas. El demócrata Luis Luis D'Elía dijo que el ataque fue "la reacción de un pueblo que peleó en la ruta y que no quiere volver a los '90".
El grito seguía en el aire cuando Sergio Massa recibió el hondazo en el pecho. "¡Todos al piso!", repitió la voz, y una lluvia de huevos empezó a caer sobre el acoplado en el que viajaban el intendente de Tigre y los candidatos del Frente Renovador, ayer, en Ciudad Evita.
Las piedras y ladrillos llegaron después, cuando, desde el lado opuesto, una casucha hasta entonces tan humilde como inofensiva comenzó a vomitar más agresores. Algunos llevaban armas de fuego a la vista. La caravana política había caído en una emboscada. En realidad, en tres. En cuestión de segundos, personal de custodia de la marcha repelió los ataques, y el camión con los candidatos (en el que viajaba LA NACION) quedó en medio de un torbellino de corridas y trompadas. "¡Arrancá, dale, rajá!", le gritaban al conductor. La casucha seguía pariendo agresores. Un motociclista cayó aparatosamente debajo de una Trafic. Alguien gritó una amenaza: "¡Acá no entra ningún tigre, guacho! ¡La Matanza es de Cristina!". El camión, por fin, aceleró.
La caravana proselitista que el intendente de Tigre y ganador de las primarias de agosto en la provincia de Buenos Aires encabezó ayer por las calles de La Matanza, distrito gobernado por el kirchnerista Fernando Espinoza, tuvo así un final manchado por la violencia. El saldo de los tres ataques, cada uno más violento que el anterior, fue de por lo menos tres heridos, con cortes por golpes de piedras y varillas de hierro.
La caravana había partido a las 12 desde la esquina de Juan Maciel y la avenida Cristianía, en Ciudad Evita, y tenía como destino la plaza Barrio Central, en Rafael Castillo, luego de atravesar Isidro Casanova: un total de 85 cuadras que dibujaban una suerte de "corte" perpendicular del distrito más populoso del conurbano, con casi un millón de electores. Un bastión histórico del PJ ubicado al oeste de la Capital Federal. Pero el recorrido quedó trunco a la mitad.
Massa se ubicó en el acoplado de chapa de un camión, rodeado por su compañero de fórmula, el intendente de Almirante Brown, Darío Giustozzi, y el cuarto candidato de la lista de diputados nacionales, Felipe Solá. En los extremos se ubicaron los concejales matanceros Fernando Asencio y Ariel Martínez. Por detrás de ellos, también se subieron al acoplado los diputados nacionales de extracción sindical Alberto Roberti (Petroleros) y Julio Ledesma (Comercio de La Matanza), las legisladoras provinciales María Azucena Ehcosor y Mónica López, y el dirigente quilmeño Sergio Villordo.
Ehcosor, esposa del intendente de Hurlingham, Luis Acuña, fue la única "víctima" del primer ataque, que ocurrió 30 minutos después de comenzar la caravana, en la esquina de la avenida Crovara y Gervasio Espinosa: un huevazo en el hombro, que la candidata a diputada festejó entre risas, como señal de "coraje". Era, en realidad, una advertencia. Lo peor iba a suceder cuando la caravana dejara la avenida Crovara y se internara por la calla Espinosa, mucho más angosta.
Pocas cuadras después, unas 20 personas, en su mayoría jóvenes, esperaban en la esquina de Espinosa e Ibarrola. Desde el acoplado de los candidatos, donde se encontraban los cronistas de Clarín y LA NACION, apenas si se diferenciaban del resto de los vecinos que salían a saludar, salvo porque algunos tenían indumentaria del club Almirante Brown (de Isidro Casanova). Cuando el camión pasó junto a ellos, lanzaron una lluvia de huevos sobre el acoplado, lo que derivó en el primer enfrentamiento con los massistas.
El tercer altercado ocurrió ocho cuadras más adelante, sobre la calle Roque Pérez, entre Espinosa y Pekín, y fue el más violento. Comenzó con una lluvia de huevos arrojados desde detrás de una tapia, sobre el flanco izquierdo del camión. En segundos, los huevos se convirtieron en piedras y ladrillos. Mientras la mayoría de los candidatos se tiraba al piso de madera del acoplado, un joven se acercó al vehículo por el frente y, tras insultar a Massa, le disparó con una honda: la piedra o tuerca impactó sobre el pectoral derecho del intendente, a un palmo del cuello. La "organización" del ataque quedó en evidencia cuando, en forma simultánea, un tercer grupo de agresores apareció sobre el flanco derecho del camión. Al menos uno de ellos portaba una pistola a la vista. Hubo más, según los massistas. "¡Acá no entra un tigre, guacho!", advirtió un encapuchado del grupo. "¡La Matanza es de Cristina!", recalcó.
Detrás del camión, una moto quedaba atrapada debajo de una Trafic de la caravana. La manejaba Carlos Alende, candidato a diputado nacional y nieto del ex gobernador Oscar Alende, que recibió una pedrada en la cabeza y debió ser trasladado a un hospital, pero anoche se encontraba fuera de peligro. Por todas partes, los vecinos corrían, los agresores se convertían en agredidos y los militantes massistas encargados de la custodia, en "vengadores". Cuando el camión logró encontrar espacio para arrancar, la huida fue vertiginosa. Dentro del acoplado, los candidatos se bamboleaban de un lado a otro.
Asencio y Ledesma señalaron entre los agresores a un funcionario de la Municipalidad de La Matanza, de apellido "Campana", al que identificaron como "subdelegado del barrio San Alberto". Nadie pasó por alto que, desde que comenzó la caravana, ningún policía bonaerense se acercó a brindar seguridad. "Está bien, Sergio, ya los cagamos a trompadas", fue el consuelo que Ledesma intentó con Massa, que lo cortó en seco: "No, Negro, no está bien. Si no paran, me bajo de la caravana acá". Fue lo que sucedió. Es que, luego de la agresión, el nerviosismo de los candidatos se disparaba ante cada movimiento brusco de los vecinos. En cada esquina.
El camión con los candidatos abandonó la comitiva y cortó camino en soledad hacia un local del Frente Renovador en la localidad de San Justo, cabecera de La Matanza. La caravana había terminado. Massa, Giustozzi y Solá buscaron respiro dentro de una Trafic. Fue el desenlace inesperado de un acto político que, con un tono netamente festivo, había acercado a cientos de vecinos hasta la caravana. Hasta ese momento, Massa se había mostrado exultante, a sus anchas. Buscó recuperar esa mística minutos más tarde, en Merlo, durante la fiesta del gremio de la Sanidad. "¡A seguir creciendo, nada nos va a detener!", prometió. Pero ya no estaba en La Matanza.