A mis amigos agnósticos
Por Estela Sández
Entre los temas que mayores discusiones genera la Iglesia Católica está el de la ordenación de las mujeres. Polémica y pareceres se entrecruzan en un debate que todavía espera su momento.
Para poder apenas rozar ese tema relacionándolo con el Papa Francisco, voy a transcribir unas líneas de la serie de reflexiones hechas por Bergoglio a partir del libro de José Hernández: “Como todo relato popular, Martín Fierro comienza con una descripción del paraíso original. Se trata de poner el final al principio (idea por otra parte, profundamente bíblica y cristiana). La dirección que otorguemos a nuestra convivencia, tendrá que ver con el tipo de sociedad que queramos formar… Ahí está la clave del talante de un pueblo. Ello no significa ignorar los elementos biológicos, psicológicos y psicosociales que influyen en el campo de nuestras decisiones”. Desde ahí puede advertirse con claridad, que el Papa argentino no va a ignorar en las medidas que tome, el marco de influencia en el que ellas serán generadas y que, por supuesto, serán múltiples, complejas y universales.
Al pensar en futuras resoluciones puede inferirse el surgimiento de reclamos en diversos sectores. Uno de ellos, el sacerdocio de la mujer. No creo en absoluto que el obispo de Roma improvisara en el avión, durante la conferencia de prensa al regreso de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro. Cuando le preguntaron sobre la ordenación de las mujeres, respondió sin vacilar: “La Iglesia ha hablado y ha dicho no. Lo dijo Juan Pablo II con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada”.
Si pretendemos alguna comprensión a esta sentencia tengamos presente que la Iglesia católica no es solamente el Obispo de Roma. Es una organización jerárquica y colegial, cuya cabeza es Cristo, representado en la Tierra por el papa, a quien siguen los apóstoles de nuestro tiempo, obispos, presbíteros y diáconos, también como aquellos elegidos en Galilea, hombres, no eligió mujeres. Por otra parte, la Iglesia católica no es solamente el Vaticano, se extiende por todo el mundo. Lo dice su nombre, es Universal. No creo entonces, que el Jefe de esa Iglesia, que en verdad tiene suficiente poder de decisión, si se atiene a sus reflexiones sobre el Martín Fierro, vaya actuar de modo absoluto y dictatorial. Además, es conocida su opinión sobre el rol de la mujer en la Iglesia. En el mismo vuelo de regreso a Roma destacó frente a los periodistas “El papel de la mujer en la Iglesia no es sólo la maternidad, ser madre de familia. Es más fuerte, es el icono de la Virgen María, la que ayuda a crecer a la Iglesia… La participación de la mujer en la Iglesia debe ser más que la de monaguilla o presidenta de Cáritas… La Virgen María era más importante que los obispos y los curas”. El propio Papa Juan Pablo II escribió en 1988 la carta “Mullieris Dignitatem” en cuyo texto elogió la dignidad de la mujer, se disculpó por las actitudes machistas cometidas por miembros de la Iglesia a lo largo de la historia y convocó a defender la dignidad de la mujer.
Entre las muchas consideraciones que extenderían excesivamente esta nota, es imprescindible decir que el catolicismo reivindica permanentemente la santa tradición y la doctrina de la iglesia fundada por Jesucristo, de tal modo que los obispos son considerados herederos de aquellos doce elegidos y seguidores del Maestro. La revelación es el núcleo en el que se asientan las Sagradas Escrituras y la tradición de la Iglesia Romana. No se trata, pienso, de mirar y opinar con ligereza, estimo que todo tema religioso es bastante complicado. Salvo la fe, que sencillamente es creer o no creer.
Si tenemos presente que hay cerca de 1.200 millones de católicos romanos en el mundo, será fácil comprender que no ordenar mujeres sacerdotes no remite a una actitud misógina… ¡Hay demasiadas opiniones diversas, más de 2.000 años transcurridos, una Biblia con cuatro Evangelistas y una serie de textos gnósticos!... Y ese universo sin contar a los sostenedores de la Iglesia Católica en todo el mundo, para que a su vez, la Iglesia tenga la posibilidad de llevar adelante sus objetivos, tal la importante asistencia social y espiritual, aún cuando la actitud de los agnósticos sea absolutamente respetable. Sin analizar la Carta de Pablo a Timoteo para los cristianos de Éfeso que echaría además de luz, sombra sobre este tema, o la enviada a los Corintios preguntándoles: “¿ Acaso ha salidos de vosotros la palabra de Dios o sólo les ha llegado?”.
No tengo dudas que la mitad de la feligresía requiere que la mujer sea ordenada y los otros 600.000 millones se oponen con firmeza. Por ahora los invito a aceptar que no se trata de chauvinismo ni discriminación, mucho menos misoginia, es sólo una interpretación de textos sagrados y tradición de dos milenios. Quizás ésta cuestión pueda variar mañana.