Por José Podda
En relación a las políticas de seguridad, algunos candidatos a Diputados Nacionales hablan como si estuvieran postulándose a gobernadores, a constituyentes o a jueces; confundiendo todo: territorios y competencias. Por otra parte, casi siempre dicen más o menos lo mismo. Prometen de endurecer penas, restringir salidas, mencionan policía judicial, más policía en la calle, o la municipalización de la seguridad. Se repiten como el loro consignas que suponen caerán bien a la opinión pública. Me parece que se ha pensado poco. Por eso se proponen remedios que temo serán peores que la enfermedad.
Todo se restringe a reprimir al delincuente, olvidando que éste es sólo un síntoma de algunos problemas que están más allá de algunas singulares conductas. Si por ejemplo mataran (como tanto desean algunos) a la totalidad de los delincuentes, de los que cometieron delito y de los que tienen cara de cometerlos, en un año, a lo sumo dos, estaríamos en el mismo nivel de inseguridad, porque no se cambiaron las condiciones que genera el delito.
Son dos las causas fundamentales del delito:
- 1 Desigualdad social.
- 2 Corrupción estatal, particularmente policial.
Cuando se habla de escuela pública, vivienda, trabajo, el público de clase media supone que no se está hablando de seguridad. ¡Qué error! Pero bueno, no toquemos ese tema entonces. Vamos al otro. A poco que uno mire las estadísticas, o que lea las noticias, se dará cuenta que la mayoría de los delitos graves y estructurales se cometen con complicidad de algún sector del Estado. Alguien podría asesinar a una persona y nunca más ser atrapado, incluso uno podría asaltar un banco y también no ser descubierto, pero no es posible cometer esos delitos que se hacen en público y en forma permanente: venta de droga, trata de persona, falsificación de marcas, contrabando, robo de autos, piratas del asfalto. Todo esto se hace al la luz del día (los robos no, pero sí la venta de lo robado, sólo es cosa de controlar desarmaderos y compradores).
Pero la policía no los controla, cobra coima, extorsiona a los delincuentes, incluso pacta con ellos para delinquir a medias. Mientras más policía y mas patrulleros haya, más delito habrá. Alguien dirá, que no son todos. Es verdad. Nunca en nada es todo, siempre hay excepciones. Pero lo que importa no es la excepción, es la cultura policial que debe ser modificada. No todos los policías torturan, pero nadie de adentro denuncia a los torturadores. No todos coimean, pero ninguno denuncia a extorsionador; eso implica una cultura. Eso es lo que se debe modificar.
Otro día hablamos de algunas ideas para cambiar la cultura policial, y de leyes específicas que los diputados podrían promover.