Es Él, es Ella, son ellos


Por E. Simón 
 Esta nota debería ser mas leve. Pero la furia y el odio instalados en el país por dos bandos: Clarín y el Gobierno K, hacen que los términos se endurezcan y pierdan levedad. Sobra hoy quienes hacen del vituperio una práctica a diario en la política, en los medios, en las redes de internet y en la calle. A ellos va el peso de estas palabras.

uno
Crece la intolerancia. La acción deshonesta del escarnio al que piensa diferente. Ese viejo vicio de vituperar contra aquel a quien no podemos callar. En la calle, en las redes sociales ha imperado esa costumbre cobarde y poco ética de aquellos que no saben cómo debatir. Entonces sí, movidos por la impotencia intelectual, saltan con comentarios bobos, tan acordes a sus personalidades y a su esencia. Me pregunto que será de esa pobre gente cuando se mira al espejo y se da cuenta que no puede ser quien quisiera ser. Carcajadas y risas de hienas que sólo se detienen cuando se atragantan con un poco de su bilis. Entonces sí, se envenenan otro tanto y salen a desparramar sus putrefactos comentarios iracundos, esa poca cosa de la que están hechos.

dos
Pero el problema no son las redes sociales. Ni las mermas y mermos que no son más bobalicones porque paran durante la siesta para descansar. El problema es la violencia que genera la economía y la política. El poder ha impuesto un lenguaje belicoso que los medios reproducen a escala masiva. Ahí está la clave. Estamos viviendo en una sociedad de sordos donde nadie escucha a nadie. Nadie quiere saber nada del que piensa distinto o del que vive distinto. Y hay quienes intentan reescribir la historia borrando de plano a los “inconvenientes”, entre los que, si se me permite, humildemente me incluyo. Los que supimos o fuimos empujados a pararnos en un punto crítico del relato, estamos obligados cívica y éticamente a poner en duda las verdades del discurso único que adopta el poder desde sus cuatro cabezas más importantes: el gobierno, la justicia, la iglesia y el empresariado concentrador de riquezas.

tres
Todavía no escucho una canción que hable de ellos en toda su dimensión. Pero se está escribiendo. No sé quién la escribe, ni dónde; pero sé que se está escribiendo. Cuando la economía argentina funciona más o menos bien, y hay plata en la calle, nadie busca culpables. La responsabilidad por la ineficacia de los que gobiernan se nota menos. La tragedia comienza cuando se insinúa una crisis de esas que el Capitalismo ha denominado livianamente como “crisis cíclicas”. Ahí todos ponen cara de tujes y se miran entre sí. Y, como un designio trágico de la historia criolla, nos empezamos a endilgar culpas. Ese proceso acrecienta la violencia entre pares, algo que los energúmenos han sabido cultivar con esmerada dedicación.

cuatro
La canción empieza así: “Es Él, es Ella, son ellos...” y ahí se corta por ahora, porque no está terminada. Ni la melodía ni la letra. Se está escribiendo. Yo apenas aporto esta crónica desvencijada que, de seguro, ya estará alimentando la iracundia y la rabia de los que siempre opinan en balde, sin poder salir de esa inimputablilidad en la que están encerrados.