Por Guillermo Alamino
Nuevamente el oficialismo sale a pronunciar eufóricamente un discurso contra el colonialismo gracias a las recientes denuncias de Snowden que revelan tareas de espionaje de Estados Unidos en nuestro país, y a la retención de Evo Morales en el aeropuerto de Viena durante 14 horas. La presidenta Cristina Fernández mostró su enérgico repudio a este hecho y, en forma simultánea, sirvió para reforzar el relato “nacional y popular” debilitado por las fuertes acusaciones de corrupción, contaminación ambiental, incumplimiento de los derechos de los trabajadores y por la inflación que ataca al bolsillo de los argentinos.
Paradójicamente al relato oficial, la gestión K ha sido totalmente funcional a los objetivos del norte, teniendo en cuenta que existen intenciones de instalar una base norteamericana en el Chaco y evidencias del arribo de delegaciones estadounidenses para “capacitar a las Fuerzas Armadas”. A esto se suma, las vinculaciones del periodista K, Horacio Verbistky, con la Fundación Ford, acusada de colaborar con la CIA y desarrollar trabajos de espionaje. No tiene ninguna coherencia el relato K sabiendo que sus socios, aliados y gestión son permisivas ante el imperio yanqui.
Sumado a lo dicho, el colonialismo conforma un eje central en los discursos oficiales que (generalmente) es reducido al conflicto por Malvinas, acontecimiento que representa justamente una ocupación colonial en forma directa. Sin embargo eluden la dominación neocolonial que ejercen las transnacionales en la economía a través del saqueo de los recursos naturales, la extranjerización de la industria y la ciencia, y la imposición de precios gracias a la monopolización de la producción. Un dato importante es la extraordinaria transferencia de utilidades al exterior: del 2007 al 2011 se retiraron más de 80 mil millones de dólares que podrían haberse transferido al mercado interno, si se hubieran tomado las decisiones adecuadas. Así las ganancias resultantes del trabajo nacional termina dispersándose en los centros financieros de los países hegemónicos por la descomunal fuga de capitales.
Respecto a lo anterior, compañías multinacionales como Barrick Gold, Monsanto, Pan American Energy , Telefónica, IRSA, Chevron, Esso, Hamburg Sud, HSBC, City Bank, Uniliver, PyG, Yamana Gold, entre otras; poseen el dominio de sectores claves del patrimonio nacional, tales como el petróleo, la minería, los servicios públicos, la banca financiera, los puertos, la flota mercante y la agricultura.
La fuerza discursiva del FPV contra las corporaciones o el imperialismo no logra encuadrar en los acontecimientos concretos donde se observan políticas neoliberales y extranjerizantes. La reciente alianza entre YPF y Chevron exhibe el cipayismo imperante en el gobierno nacional, así como el carácter descalificador de las potencialidades científico-tecnológicos del país, puesto a la vista en la compra directa de trenes a China. Mientras quienes dicen ser “nacional y popular” se esfuerzan por transmitir un mito entorno a la presidente y a Néstor Kirchner, no tienen ningún problema en tomar un café con Rockefeller y Peter Munk, pagarles la cuenta y recibir los favores a cambio.