Cóctel
Por Estela Sández
La historia argentina tiene entre sus páginas anécdotas varias. Pero la de estos últimos años estará sobresaturada. Anécdotas en su estricto significado. Por supuesto que serán muy similares a las escritas en los años cuarenta y cinco a cincuenta y cinco. Ya se dijo: Ni bueno ni malo: Incorregible. A lo que de forma irreverente agregaré: Reciclable. Incorregibles y reciclables.
No encuentro grandes diferencias entre el comienzo de aquel “destino de grandeza” y los días que corren. El que no conozca el nacimiento, sólo repasando la historia y cambiando nombres y vestimentas estará en el punto de partida. Siempre el movimiento ha jugado en su tapete con dos fichas. El fundamentalismo y la ignorancia. Esas son las patas que lo sostienen y el secreto de sus casi setenta años de permanencia. Las personas con conocimientos de medios o altos niveles, tienen una marcada inclinación a sostener la doctrina justicialista con actitudes extrañamente rigurosas e intransigentes. Se aferran a la utopía de pensar, creer y declamar que la letra de la Doctrina Justicialista es teoría santa, a la que se ajustan de un modo absoluto las prácticas de quienes ejercen el poder en nombre de un partido político que especula con la vigencia de un triduo nacido en la cuna del General Perón: Justicia Social - Independencia Económica y Soberanía Política. Premisas destinadas a alcanzar la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación. Claro que por estos días también se requiere, como deber y salvación de todos los argentinos, asumir que los derechos individuales son equivalentes a los de toda la sociedad y lo material tiene una perfecta correspondencia espiritual. ¿No será mucho?
Por lo menos a mi se me ocurre que es demasiado. Busquemos algunas referencias de esto. Se pregona el amor y en la misma oratoria se descalifica y apostrofa a medio país que, a causa de ser “mala onda”, recibirá por estos días desde Balcarce 50 la vacuna “Ja ja”. Vacuna para “la tristeza bovina”, enfermedad producida por insectos hematófagos, que puede llegar a matar a muchos animales.
Lo cierto es que a la mayoría de la gente le interesan cuestiones cotidianas, individuales y familiares. ¿Quién, luego de trabajar treinta o más años o estar trajinando con esmero, cumpliendo un horario, con frío o calor, dice que está conforme y contento con el IMPUESTO A LAS GANANCIAS? O no es de este planeta o es un mentiroso o miedoso más.
El ascenso social no se hace por el elevador de la dádiva, se hace por la escalera del esfuerzo, la constancia y la dedicación. Una considerable porción de la población argentina que realiza sus meditaciones y alabanzas en el partido que hoy ostenta el poder en nuestro país, adhiere con rigor a “la política de los planes”. Planes ideados, confeccionados y echados a andar desde hace una década, y que no defieren tanto de los vigentes en el siglo pasado. Claro que éstos tienen una variante: No sólo aportan dinero y bienes materiales, también existen los que brindan tecnología y facilidades para terminar la escuela primaria y obtener un título secundario. Y no hablemos del de viviendas. No llevo el registro de las personas que no escriben ni hablan correctamente. Ignoran todo lo que sea humanidades, ciencias sociales, ni hablar de ciencias exactas. Pero pronto recibirán un título terciario.
En la Caja de Jubilaciones dos personas mayores se quejaban, “sotto voce “, que en treinta años y con cinco y seis hijos, no consiguen casa mientras vecinas y conocidos muy jóvenes sin hijos, pero militantes de las agrupaciones de aplaudidores y embanderados ya la tienen. Rara colectora de la Justicia Social y de la existencia de “una sola clase de hombre: el trabajador”. Una de las veinte premisas de la doctrina que tiene escudos, banderas y nombres propios en calles, plazas, escuelas, hospitales y todo lo que deba tener nombre. Muchos símbolos y poca o escasa realidad.
La mayoría de las veces, la respuesta es negativa si pregunto acerca de lo que ocurre en el Congreso o cuánta plata que se saca de ANSES o cuantos millones ha emitido el Banco Central. Quiénes son los amigos Eskenazi, Slim, Munk, Roca, sin mencionar a los empresarios autóctonos que comparten la mesa con la señora. La ignorancia al palo. El currículum de los funcionarios o diputados y senadores lo conoce uno de cada mil. Entonces, desde el atril, por videoconferencias, redes sociales y hasta un blog, la señora puede decir lo que quiera. Desde que “han pagado la deuda externa” hasta olvidarse que se ha sacado para ese pago, plata de los aporte jubilatorios, o sea que se ha cambiado deuda con el FMI por deuda con los trabajadores de ayer y de hoy. Deuda externa por deuda interna, versión 2.0 de la “Independencia Económica”.
La ignorancia de la mayoría es notable. Tan notable que se puede echar a patadas y con gran show a Repsol para luego abrazar en secreto a Chevrón y hablar de la “soberanía energética” y “un carnaval de petróleo”. Nunca tantos dichos, motes y glosario variopinto. Curiosas expresiones de lunfardo y jerga han corrido por el espectro radioéléctrico y la cadena nacional, para solaz de los humoristas y perplejidad de los que nunca llegamos al límite, ni del asombro ni de la paciencia. De tal modo, entonces, que juntas, ignorancia y fundamentalismo, bien aderezados con anécdotas desde el atril y las redes sociales, baten un cóctel explosivo para la Democracia, para la República y para la propia Doctrina Justicialista, cada vez más anecdótica. Pintorescamente anecdotizada, si se me permite el neologismo. Mientras tanto, una comisión ad hoc revisa y reescribe la historia y otros suponen que tirando al suelo monumentos pueden cambiar los hechos y sucesos del pasado y del presente.
#Estela Sández es docente y escritora.